Durante la Gran Guerra, el arma submarina alemana había representado un verdadero peligro para Gran Bretaña en 1917, causando tal impresión que una de las cláusulas del Tratado de Versalles prohibía explícitamente a Alemania la posesión de submarinos.
Descripción
Durante la Gran Guerra, el arma submarina alemana había representado un verdadero peligro para Gran Bretaña en 1917, causando tal impresión que una de las cláusulas del Tratado de Versalles prohibía explícitamente a Alemania la posesión de submarinos.
Con la llegada al poder de Hitler comenzó una nueva etapa en las relaciones internacionales alemanas, que llevó, en 1935, a la modificación del Tratado de Versalles, permitiendo a la futura Kriegsmarine poseer un arma submarina con un volumen que no superase el 45% de la británica, aunque susceptible de ser incrementada por mutuo acuerdo.
Los U–Boote fueron la única arma que estuvo a punto de poner de rodillas al Reino Unido, estrangulando su economía. Unos 3.000 mercantes, con un registro bruto de más de catorce millones de toneladas, fueron enviados al fondo por los submarinos alemanes, además de 187 naves de guerra y una docena de cruceros auxiliares.
Pero el precio pagado fue muy alto. De los 1.131 U–Boote que llegaron a completarse y entrar en servicio, 863 realizaron misiones de combate, de los que 754 resultaron hundidos. De los 39.000 submarinistas que participaron en misiones, perecieron en combate 28.730, casi las tres cuartas partes. A pesar de este enorme porcentaje de bajas, nunca faltaron voluntarios para formar parte de esta élite que constituyeron las dotaciones de los U–Boote durante la Segunda Guerra Mundial.
Las palabras de Churchill constituyen el mejor elogio que ellos pueden recibir: «La única cosa que realmente me asustó durante la guerra fue el peligro representado por los submarinos».