Los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, formaron parte del Imperio ruso desde finales del siglo XVIII, aunque tras la Revolución soviética de 1917 y el final de la Primera Guerra Mundial llegarían a alcanzar su independencia.
Los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, formaron parte del Imperio ruso desde finales del siglo XVIII, aunque tras la Revolución soviética de 1917 y el final de la Primera Guerra Mundial llegarían a alcanzar su independencia.
Tras el fracasado intento alemán de crear el Ducado Unido del Báltico, al que ningún otro país del mundo reconoció, la derrota de los Imperios Centrales y el Armisticio del 11 de noviembre de 1918 propició la declaración de independencia de Letonia una semana después.
Pero la invasión bolchevique de los territorios bálticos, obligó a la Comisión interaliada a mantener hasta su derrota un contingente germano, que unido a las milicias y al naciente Ejército Letón, derrotara a los rojos.
La Guerra de Independencia de Letonia enfrentó al nuevo estado con bolcheviques, alemanes e, incluso, rusos blancos, y tras encarnizadas batallas, en agosto de 1920, con la derrota de los soviets y la firma del Pacto de Riga, se pudo certificar la existencia de la nueva Letonia.