En la madrugada del 6 de junio de 1944 los aliados, tras una larguísima preparación, asaltaron por mar y aire las costas de Normandía para llevar a efecto la apertura de un auténtico “segundo frente”.

La Muralla del Atlántico”, defendida por escasas tropas de segunda categoría, resultó ser poco más que una fantasía propagandística pero, a pesar de ello, durante varias angustiosas horas, el éxito del asalto anfibio estuvo pendiente de un hilo. Finalmente, la abrumadora superioridad aliada, en tierra, mar y, sobre todo en el aire, se impuso e inclinó la balanza irreversiblemente.

Los aliados demostraron que tenían mucho que aprender a nivel táctico pero también mucho que enseñar a nivel logístico. A pesar del innegable éxito que constituyó el establecimiento de una cabeza de puente en el Continente, muchos de los objetivos establecidos para el día D no se lograron al anochecer, lo que llevaría a más de dos meses de algunos de los más encarnizados y míticos combates de la guerra, pero esa es otra historia.